Cuando en
el s. V a.C. Píndaro describió el oro como «hijo de Zeus,
al que no devoran ni la polilla ni la herrumbre, pero cuya suprema posesión
devora la mente del hombre», expresó en pocas palabras toda su
historia.
John Stuart Mill parafraseó espléndidamente estos versos en
1848: "Puedes tocar sin
temor el oro / pero si se adhiere a tus manos, te herirá presto." El
oro constituye desde luego un cúmulo de contradicciones. Los
hombres creen que representa un refugio hasta que, de tanto tomarlo en serio, se convierte en una maldición.
Las
naciones lo han buscado por toda la Tierra con el fin de dominar a otras, pero
al cabo descubrieron que el oro controlaba su propio destino. Al final del arco
iris el oro constituye la felicidad suprema, pero emerge del infierno cuando se
encuentra en e fondo de la mina.
Ha
colaborado con algunos de los más grandes logros de la humanidad, pero también
suscitado algunos de sus peores crímenes. Cuando lo empleamos para simbolizar la
eternidad, eleva a las personas a la dignidad suprema, la realeza, la religión,
la ceremonia. Sin embargo, el oro, vida perdurable, impulsa a los hombres hacia
la muerte. Su más misteriosa incongruencia radica en sí mismo. Es tan maleable
que puede adoptar prácticamente cualquier forma; incluso los pueblos menos
refinados son capaces de crear con él bellos objetos.
Más aún, es
imperecedero. Cabe convertir el mineral de hierro, la leche de vaca, la arena e
incluso los puntos luminosos de un ordenador en algo tan diferente de su estado
originario que los vuelva irreconocibles. No sucede así con el oro. Cada trozo
de este metal refleja las mismas cualidades: el de los pendientes, el aplicado
al halo de un fresco, el de la cúpula de la Cámara Legislativa de Massachusetts,
el salpicado en los cascos del equipo de fútbol americano de Notre Dame y el de
los lingotes guardados en la «hucha» oficial de Estados Unidos en Uort Knox.
Pese a las
complicadas obsesiones que ha generado, el oro es en su esencia maravillosamente
simple. Su símbolo químico (Au) procede de aurora. Sin embargo, pese a esta
fascinante evocación de un cambio, el oro es químicamente inerte, lo que
explica, entre otras cosas, que su brillo sea perpetuo. En un museo de El Cairo
se exhibe un puente dental hecho de oro de casi 4.500 años de antigüedad:
cualquier persona podría utilizarlo en la actualidad. El oro es extremadamente
denso. Un volumen de 0,028 m3 pesa media tonelada.
En 1875, el
economista británico Stanley Jevons observó que los 20 millones de libras
esterlinas de las transacciones que pasaban cada día por la Cámara de
Compensación Bancaria de Londres pesarían unas 157 toneladas si fueran pagadas
en monedas de oro «y se necesitarían ochenta caballos para transportarlas». La
densidad del oro supone la posibilidad de utilizar cantidades muy pequeñas para
monedas de gran cuantía. El oro es casi tan blando como la masilla. El del
cristal veneciano era reducido a un grosor de 0,0000125 cm. tras un proceso
conocido como sobredorado. El rey Ptolomeo II de Egipto (285-246 a.C.) ordenó
que un oso polar de su zoo encabezara un desfile festivo, seguido de un grupo de
hombres portadores de un falo bañado de oro y de 55 m. de altura.
Usted
podría estirar una onza de oro (28,4 g) hasta convertirla en un alambre de 80
Km. de longitud o, silo prefiere, batirla para que se transformara en un pan de
oro de 9,3 m2 A diferencia de cualquier otro elemento de la Tierra,
perdura casi todo el oro extraído, ahora en gran parte en museos, embelleciendo
estatuas de antiguos dioses y sus ornamentos o en exposiciones numismáticas;
resta una porción en las páginas iluminadas de manuscritos, otra en relucientes
lingotes sumidos en los sótanos oscuros de los bancos centrales y bastante en
dedos, orejas y dientes. Hay un residuo que permanece callado en los barcos
hundidos en el fondo del mar.
Si se
formase con todo ese oro un cubo macizo, sería equiparable a cualquiera de los
grandes petroleros de hoy en día; su peso total sería de unas 125.000
toneladas,9 lo que significa un volumen inapreciable si se compara con el acero
producido por Estados Unidos en pocas horas; el conjunto de esas empresas posee
una capacidad de 120 millones de toneladas anuales.
La tonelada
de acero cuesta 550 dólares —2 centavos la onza—, pero esas 125.000 t de oro
valdrían un billón de dólares a los precios actuales. ¿No es extraño? Con acero
podemos construir edificios de oficinas, barcos, coches, contenedores y máquinas
de todos los tipos; con oro no es posible construir nada. Sin embargo es al oro
al que llamamos metal precioso. Nos sobrecoge el oro y bostezamos ante el acero.
Cuando todo
el acero se halle enmohecido y podrido y mucho tiempo después de eso, el gran
cubo de oro permanecerá idéntico. El oro goza de esa clase de longevidad con la
que todos soñamos. Su resistencia tenaz a la oxidación, su anómala densidad y su
maleabilidad inmediata, esos atributos naturales y simples, explican todo lo que
hay tras el romance del oro (incluso la elección de la palabra inglesa
gold no es caprichosa; procede de gelo, en el inglés
antiguo, y ese término significaba «amarillo»).
En joyería
fina se denomina oro alto o de 18k aquél que tiene 18 partes de oro por 6 de
otro metal o metales (75% en oro), oro medio o de 14k al que tiene 14 partes de
oro por 10 de otros metales (58,33% en oro) y oro bajo o de 10k al que tiene 10
partes de oro por 14 de otros metales (41,67% en oro). El oro de 24k es muy
brillante, pero es caro y poco resistente; el oro alto es el de más amplio uso
en joyería, ya que es menos caro que el oro puro o de 24k y más resistente, y el
oro medio es el más simple en joyería.
Debido a su
buena conductividad eléctrica y resistencia a la corrosión, así como una buena
combinación de propiedades químicas y físicas, se comenzó a emplear a finales
del siglo XX como metal en la industria. En joyería se utilizan diferentes
aleaciones para obtener diferentes colores, a saber:
Oro amarillo = 1000 g de oro amarillo tienen 750 g de oro, 125 g de
plata y 125 g de cobre.
Oro rojo = 1000 g de oro rojo contienen 750 g de oro y 250 g de cobre.
Oro rosa = 1000 g de oro rosa contienen 750 g de oro, 50 g de plata y 200 g de cobre.
Oro blanco = 1000 g de oro blanco tienen 750 g de oro y 160 g de paladio y 90 g de plata.
Oro gris = 1000 g de oro gris tienen 750 g de oro, alrededor de 150 g de níquel y 100 g de cobre.
Oro verde = 1000 g de oro verde contienen 750 g de oro y 250 g de plata.
Oro rojo = 1000 g de oro rojo contienen 750 g de oro y 250 g de cobre.
Oro rosa = 1000 g de oro rosa contienen 750 g de oro, 50 g de plata y 200 g de cobre.
Oro blanco = 1000 g de oro blanco tienen 750 g de oro y 160 g de paladio y 90 g de plata.
Oro gris = 1000 g de oro gris tienen 750 g de oro, alrededor de 150 g de níquel y 100 g de cobre.
Oro verde = 1000 g de oro verde contienen 750 g de oro y 250 g de plata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario