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viernes, 6 de diciembre de 2013

¿Es posible convertir plomo en oro?

¿Es posible convertir plomo en oro?

Muy buenos días, familia barinesa. Estoy seguro que el título de este artículo les llamó la atención tanto como a mí. Esperemos entonces que les quede claro la respuesta a esa interrogante. Pero antes de conocer la respuesta, debemos conocer, un poco, los antecedentes que originaron la pregunta. 
En la historia de la ciencia, la alquimia (del árabe الكيمياء [al-kīmiyā]) es una antigua práctica protocientífica y una disciplina filosófica que combina elementos de la química, la metalurgia, la física, la medicina, la astrología, la semiótica, el misticismo, el espiritualismo y el arte. La alquimia fue practicada en Mesopotamia, el antiguo Egipto, Persia, la India y China, en la antigua Grecia y el imperio romano, en el imperio islámico y después en Europa hasta el siglo XIX, en una compleja red de escuelas y sistemas filosóficos que abarca al menos 2.500 años. Actualmente es de interés para los historiadores de la ciencia y la filosofía, por sus aspectos místicos, esotéricos y artísticos.
La alquimia fue una de las principales precursoras de las ciencias modernas, y muchas de las sustancias, herramientas y procesos de la antigua alquimia han servido como pilares fundamentales de las modernas industrias químicas y metalúrgicas. Aunque la alquimia adopta muchas formas, en la cultura popular es citada con mayor frecuencia en historias, películas, espectáculos y juegos como el proceso usado para transformar plomo (u otros elementos) en oro. Obviamente, en la antigüedad, la búsqueda de métodos para obtener riquezas fácilmente era tan intensa como lo es en nuestros días. Sin embargo, las sociedades y la ciencia han creado otros mecanismos de enriquecimiento más expeditos y menos complicados que la transmutación de elementos.
Los alquimistas buscaban constantemente la piedra filosofal, la cual era una sustancia que, según los alquimistas, estaba dotada de propiedades extraordinarias, como la  capacidad de transmutar los metales vulgares en oro. Existirían, según ellos, dos tipos de piedra filosofal: La roja, supuestamente capaz de transmutar, con sólo tocar,  metales innobles en oro; y la blanca, cuyo uso transformaría dichos metales innobles en plata. Esto se lograría por vía húmeda, es decir, mediante reacciones químicas. En ambos casos la substancia de partida era la pirita de hierro (disulfuro de hierro, FeS2, mejor conocido como “oro de tontos” … ¿Sorprendidos?).
El oro siempre ha sido atractivo para las ambiciones humanas.

El oro siempre ha sido atractivo para las ambiciones humanas.

A esta propiedad se le adicionaban dos atributos mágicos: Provisión de un elixir de larga vida a tal grado de conferir inmortalidad, mediante la panacea universal para aniquilar cualquier enfermedad y, dotación de omnisciencia: conocimiento absoluto del pasado y del futuro, del bien y del mal, lo cual explicaría también el adjetivo "filosofal" ya que hasta el siglo XVIII, a los científicos se les denominaba filósofos. Es decir, si llegaras a obtener la piedra filosofal serías un dios inmortal, omnisapiente y además, muy muy rico.
Luego de que por muchos siglos los alquimistas buscaran transformar el plomo en oro, la ciencia sustituyó a la alquimia. La química y la física dieron enormes pasos en este sentido. Las investigaciones y descubrimientos de comienzos del siglo XX en lo relativo a  física nuclear condujeron a un conocimiento más profundo de la naturaleza de materia y de su posibilidad de transformación.  Se determinó, por ejemplo, que la unidad constitutiva de la materia se llama átomo, el cual es sumamente pequeño. En términos simples, esta unidad de la materia se conforma de tres partículas fundamentales ( existen otras, pero trataremos de no hacer más complejo el artículo): Electrones, protones y neutrones. El electrón es muy pequeño y de naturaleza eléctrica negativa; el cual se mueve alrededor de un núcleo, mucho más grande. En este núcleo, se concentra el 99 % de la masa del átomo y en él se encuentran los protones, partículas cuya masa es aproximadamente 1820 veces mayor a la del electrón, de naturaleza eléctrica positiva. En ese mismo núcleo se encuentran los neutrones, muy parecidos a los protones, pero sin carga eléctrica.
 
Representación simple de un átomo.

Representación simple de un átomo.


Todos los átomos de un elemento son iguales entre sí, pero diferentes a los átomos de otros elementos. La diferencia radica en el número de protones que hay en el núcleo. Si hay un solo protón  es hidrógeno, pero si hay dos protones es helio. El número de protones en el núcleo se le llama número atómico y éste es similar al número de cédula de cada individuo venezolano, es decir, un número único para cada individuo asi como un número atómico único para cada elemento.
Si la identidad de un átomo radica en el número de protones que tienes en su núcleo, entonces ¿Podríamos sacar o meter protones en los núcleos, transformándo los elementos, transmutándolos? La respuesta es . La idea de convertir plomo en oro es posible, ya que basta con extraer 3 protones de un átomo de plomo (de 82 protones) para obtener un átomo de oro (de 79 protones). El problema es que no es nada fácil hacerlo. En primer lugar, se necesita cantidades enormes de energía para realizar esos cambios, y en segundo lugar, cuando finalmente sucede, se desprende cantidades enormes de energía, muy difíciles de controlar. Por ejemplo para transformar una pequeña cantidad de hidrogeno en helio, es decir, añadir un protón al hidrógeno, la energía liberada sería fácilmente visualizada al observar la explosión de una bomba nuclear de hidrógeno ( el elemento mas simple de la naturaleza).  Las investigaciones y descubrimientos de comienzos del siglo XX en lo relativo a  física nuclear y física cuántica condujeron a los experimentos de fisión nuclear en 1939 por Lise Meitner (trabajo basado en los de Otto Hahn), y la fusión nuclear por Hans Bethe ese mismo año. Estos experimentos permitieron crear átomos a partir de otros, utilizando elementos con muchos protones en los núcleos de sus átomos (uranio, plutonio) los cuales se los rompen formando átomos de elementos más pequeños. Los efectos son catastróficos.
Actualmente, el Laboratorio Europeo de Partículas (CEREM), ha utilizado un acelerador de partículas subatómicas, para convertir el plomo en oro, haciendo chocar otras partículas a grandes velocidades para arrancar los protones de los núcleos más pesados. Lo anterior se suma a experimentos realizados en Rusia sobre el mismo tema y los resultados parecen ser los mismos: es posible convertir el plomo en oro, pero se gasta mucha energía en el proceso, lo que lo hace que no se rentable y sigue siendo muy peligroso.
 
Porción del acelerador de partículas del CEREM

Porción del acelerador de partículas del CEREM

Personalmente, pienso que la transmutación que estamos buscando no se refiere a algo tan superficial como convertir plomo en oro, el carbón en diamante, el agua en vino, para hacernos ricos y vivir como reyes. Si algo tan consistente como el plomo puede cambiar, ¿Es posible el cambio dentro del ser humano? ¿Cuál puede ser su mecanismo? ¿Con qué tecnología podríamos llegar a ser mejores personas? A pesar del avance de la ciencia, todavía estamos en la prehistoria en cuanto al aspecto espiritual del ser humano. A veces pienso que el verdadero talento con frecuencia muere dentro de nosotros, asfixiado por las normas, directrices, procedimientos y barreras que cada día creamos y nos van creando a nuestro alrededor.
 
Aristóteles dijo que “somos lo que hacemos constantemente”. La excelencia, pues, no es una acción: es un hábito!

jueves, 5 de diciembre de 2013

trabajos del alquimista

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PRIMEROS ALQUIMISTAS

Los primeros alquimistas.
La Alquimia , como todas las artes y ciencias a que se ha dedicado el hombre, ha sufrido una lenta y progresiva evolución a lo largo del tiempo. A principios de su historia, la Alquimia era una actividad muy reducida, casi inexistente, algo completamente intuitivo. También era una Alquimia completamente materialista. El principal objetivo de la primitiva Alquimia (aún no había aparecido en ella el concepto de la Piedra Filosofal) era sencillamente transformar directamente los metales viles en oro. Encontramos ya estos anhelos (y sus correspondientes recetas) en el antiguo Egipto. Por aquel entonces, el trabajo más frecuente al que se dedicaban los alquimistas (que tampoco habían recibido aún este nombre) era el de aumentar el peso del oro, es decir, "hacer crecer" el oro. ¿Puede llamarse a esto realmente Alquimia? Indudablemente no, ya que la operación, que actualmente está al alcance de cualquiera y no posee el menor secreto, no presentaba ninguna transmutación, sino que se trataba sencillamente de una aleación de metales. Sin embargo, en estos primeros ensayos (no en los ensayos en sí, sino en el espíritu que los inducía) se halla ya la base de todo el movimiento alquímico.
Los métodos de "hacer crecer" el oro eran sencillos: simplemente, se trataba de rebajarlo a través de la aleación con otros metales, convirtiendo así el oro de 24 kilates en oro de 19 ó 10 kilates, con lo que su peso aumentaba a costa de su calidad. Estas operaciones se realizaban a través de recetas muy simples: por ejemplo mezclándole plata y cobre, con lo que el color del oro no variaba en absoluto (mezclándolo sólo con cobre el oro adquiere un color rojizo, mientras que haciéndolo sólo con plata la tonalidad resultante es verdosa). También se realizaban aleaciones para hacerlo más duro o dotarlo de otras cualidades específicas, o se trataba su superficie para que, aunque su interior fuera impuro o de baja calidad, la capa exterior resultara de oro puro, con lo que el engaño no se percibía, ya que los expertos de aquellos tiempos no conocían más métodos de verificar el oro que mediante las pruebas del rayado, del fuego y del pesado.
¿Engaño? Quizá sea inexacto hablar de engaño al referirnos al "doblado del oro", nombre con el que se designaba correspondientemente la operación de "hacer crecer" el oro. Los primitivos alquimistas egipcios y griegos que doblaban el oro por estos procedimientos no creían en absoluto que estuvieran engañando a sus clientes, ni mucho menos. En aquellos tiempos no se concebía el oro como más o menos puro: sencillamente, el oro era, siempre que tuviera el color apetecido, y no se hacía distingo de calidades por la simple razón de que no había medios de controlar estas calidades. El oro "doblado" era tan apreciado como el oro puro, y si el alquimista realizaba estas operaciones era sencillamente porque creía que el oro era un material susceptible de "crecer" al igual que una planta, sin perder por ello ninguna de sus cualidades, y que él tenía el poder y el don necesarios para efectuarlo con éxito.

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LAS DOS ALQUIMIAS

Las dos alquimias.
Hemos señalado ya la existencia de dos distintas clases de alquimia: una externa y otra interna, una exotérica y otra esotérica. La primera, a la que podríamos llamar "Alquimia pública", ya que es la más conocida, que busca como fin primordial conseguir la famosa piedra filosofal (o simplemente La Piedra), maravilloso material entre cuyos inefables poderes se cuenta la virtud de transformar los metales "viles", es decir, el hierro, cobre. zinc, plomo, mercurio, en metales preciosos: oro y plata. A veces, esta piedra es conocida también como el Disolvente Universal, y también algunas veces, erróneamente, como el Elixir de larga vida.
Muchas veces, estos pretendidos alquimistas exotéricos no eran más que estafadores que intentaban aprovecharse de los incautos, lo cual fue causa de muchas de las persecuciones a que se vio sometida la Alquimia y de buena parte de su descrédito. La existencia de estos falsos alquimistas no quiere decir, sin embargo, que no hubiera otros alquimistas exotéricos honestos y entregados lealmente a su labor, dedicando toda su vida a la búsqueda de estas panaceas que, a juzgar por los libros, casi nunca llegaron a conseguir.
La Alquimia esotérica, por su parte, es más una filosofía que un arte, y nació gradualmente de la idea de que solamente por medio de la gracia y del favor divino podía llegarse a conseguir los logros alquímicos. Esto llevó pronto a una inversión de los valores, hasta el punto de que para los alquimistas esotéricos la transmutación de los metales no era más que un medio a través del cual buscaban una transmutación interior.
Pero de esto ya hablaremos más adelante. Vamos a ver, primero, la Alquimia tradicional, aquella que tiene por misión principal conseguir los tres objetivos ya descritos: la Piedra Filosofal, el Elixir de larga vida y el Disolvente Universal.
Los alquimistas fraudulentos.
El procedimiento habitual de estafar mediante la alquimia era el de interesar a un hombre poderoso, generalmente un clérigo (la clerecía es aún hoy la presa favorita para el arte de los estafadores) y emplear la técnica inmemorial del charlatán para llevarlo a solicitar una demostración. El engañabobos se proveía de antemano con algo de oro y plata. Preparaba un horno, adquiría mercurio y un crisol, llenaba el crisol con mercurio y volcaba en él el precioso polvo, probablemente algo de cal o plomo rojo. Mientras tanto, se había introducido algo de oro o plata genuinos en un pedazo de carbón de leña o en una hendidura en la punta de una varilla de agitar y sujeto con cera negra. Se calentaba el horno; se ponía en su sitio el carbón preparado sobre el crisol, o bien se usaba la varilla. La cera se derretía y el metal precioso caía dentro del mercurio; al aumentar el calor, el mercurio se volatilizaba, dejando la plata o el oro derretido en el crisol. ¿Hacía falta algo más como prueba? El incauto se desprendía fácilmente de grandes sumas para la adquisición de materiales de laboratorio y mercurio, o pagaba una gran suma por la receta para hacer la piedra... tras lo cual no volvía a ver más al fraudulento alquimista.

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¿DE DÓNDE PROVIENE LA ALQUIMIA?

¿DE DÓNDE PROVIENE LA ALQUIMIA?
La Alquimia es un arte tan antiguo como la propia humanidad. Su nacimiento (este incierto nacimiento de todas las cosas tan antiguas que pueden fijarse los condicionamientos históricos y geográficos que las motivaron, pero nunca una fecha exacta) puede fijarse dentro de la primera "industrialización" de la humanidad primitiva. Cuando los primeros pobladores del mundo dejaron de preocuparse exclusivamente de sobrevivir, y empezaron a reunirse en comunidades, surgió lo que se ha dado en llamar la primera civilización urbana.
Fue en su seno donde nacieron los primeros oficios, aparte la agricultura y el pastoreo: la carpintería, la metalurgia, la alfarería, la fabricación de tintes y colorantes... Sus técnicas eran simples pero funcionaban. No existía una ciencia como tal: los métodos no habian sido fruto de la investigación, sino de la casualidad y de la observación de la naturaleza. Y en todos ellos se hallaba presente la magia... esa magia característica de los pueblos primitivos de la humanidad, que quería que cada elemento común al hombre tuviera su dios particular, tanto en las cosas del cielo como en las de la tierra. Por eso, al igual que había los dioses de los elementos comunes al hombre: los metales, las piedras, los elementos, había también en el cielo los dioses de los planetas... de los que nacería, más tarde, la Astrología. Y la Alquimia, como todo el resto de la Magia, se halla también íntimamente ligada a la Astrología.
Sobre esta base se fundamentaron los 3.000 primeros años de historia antes de Cristo... y también los 3.000 primeros años de Alquimia.
Al principio se trata, por supuesto, tan sólo de una Alquimia infusa, que ni siquiera merece el nombre de tal, y que está basada en una serie de ideas puramente intuitivas: la unión de dos metales produce otro distinto, el tratamiento de un metal puede hacer variar su color y sus características... todos estos fenómenos eran fácilmente interpretados por los antiguos como transmutaciones, no como distintas apariencias de un mismo metal. Y esto, naturalmente, se puede aplicar a todos los metales, incluso los considerados como preciosos.
El oro, naturalmente.
Así empieza a desarrollarse el embrión de una idea, de la que nacerá después el primitivo espíritu de la Alquimia: la de "aumentar" el oro, la de conseguir cambiar otros metales en oro... ya que el oro es el metal precioso por naturaleza, el metal noble por naturaleza, y uno de los más codiciados también.
Las primeras huellas de la Alquimia aparecen ya en Mesopotamia y Egipto. El documento más antiguo sobre el particular se considera que es un edicto chino del año 144 antes de Cristo, en el cual el emperador Wen castigaba con la pena de ejecución pública "a los monederos falsos y falsificadores de oro", puesto que, según los comentaristas contemporáneos del edicto, últimamente se había registrado la fabricación de mucho "oro alquímico", que no era en realidad tal oro. Otros historiadores de la Alquimia afirman por el contrario que el libro más antiguo sobre el particular es el griego Physika, de Bolos emácrito, escrito aproximadamente en el 200 antes de Cristo, y en el que se describe cómo fabricar oro, plata, gemas y púrpura, con fórmulas y recetas obtenidas de otras fuentes más antiguas procedentes de Egipto, Persia, Babilonia y China.
Pero aunque fuera ya conocida de los egipcios y de los griegos, es a través de los árabes que la Alquimia toma su forma definitiva, a través de la cual pervivirá durante tantos siglos y llegará hasta nosotros. A ellos se debe incluso su propio nombre, ya que la palabra Alquimia proviene del vocablo árabe al-Kimia, en el que la partícula "al" es el artículo definido mientras que "Kimia" significa arte, por lo que cabrá traducir la etimología de la palabra como "El Arte"... lo cual, como hemos dicho ya, era precisamente para muchos alquimistas: el Gran Arte o Ars Magna.
A través del Islam, la Alquimia toma su forma concreta, y en esta situación llega a Europa para iniciar su gran expasión que durará, desde el siglo XII, hasta finales del siglo XVII, en el que Boyle, con su famosísima "The Sceptical Chymist", marcará el inicio de una muerte que sobrevendrá de una manera definitiva (al menos públicamente) con la llegada del racionalismo y el creciente fervor por la ciencia. Pero, durante estos siglos, la Alquimia conocerá su Edad de Oro. En Francia, en Alemania, en Inglaterra, en Escocia... surgirán nombres que pasarán a la posteridad como grandes alquimistas: Alberto Magno, Roger Bacon, Flamel, Helvetitus... Reyes, papas, grandes personajes históricos, se ocuparán de ella, la protegerán, e incluso la practicarán: Carlos II, Isaac Newton, Santo Tomás de Aquino...

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Pictograma egipcio perteneciente a la 21ª Dinastía, extraído del papiro de Nestanbanshru, y que muestra a Tehuti (el dios Thot) de pie ante Ra Hormachis llevando los símbolos de la creación sobre la cabeza. A través de la historia de la alquimia, el dios Thot fue identificado con Hermes Trismegisto.