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martes, 10 de diciembre de 2013

pizarro y el botin de oro del peru

EL BOTÍN DE ORO DE PIZARRO
La cruzada de sangre y oro de la conquista llegó con Pizarro a Cajamarca y desbarató, en el espacio de cincuenta minutos, con ciento sesenta y ocho aventureros haraposos, al invicto ejército incaico de treinta mil hombres, que había conquistado toda la América del Sur, como tres siglos más tarde el Imperio español, en que no se ponía el sol, sería desbaratado en cincuenta y cinco minutos de combate por ochocientos peruanos, en el campo de Junín. De la captura del Inca, en medio de su corte enjoyada en lo alto de su litera impasible, cargada por los estoicos Lucanas, arranca el río de oro alucinante que lleva el nombre del Perú a los confines del mundo occidental. Y no fue mentira el relato fabuloso de los cronistas, ni de los humanistas europeos o los comerciantes genoveses o venecianos que en Sevilla vieron el desfile del fantástico botín y lo divulgaron por Europa con cifras de envidia. Aquel día, en aquel rincón andino del Perú, la historia del mundo había dado un salto o un viraje: el oro americano, principalmente el del Perú, iba a transformar la economía europea, porque al aumentar el circulante y producir la repentina alza de los precios, iba a surgir el auge incontrolado del dinero y del capitalismo.
Jerez y Pedro Sancho, secretarios de Pizarro, describieron en sus crónicas –que se tradujeron y adaptaron en publicaciones europeas– el botín obtenido por Pizarro en Cajamarca y el Cuzco. El primer botín de la cabalgata sudorosa y jadeante, que recorre el campo de Cajamarca y saquea el campamento del Inca, es de 80 mil pesos de oro y siete mil marcos de plata y 14 esmeraldas. "El oro y plata se hubo –dice, maravillado, el escribano Xerez, Secretario de Pizarro, informando oficialmente al Rey– en piezas monstruosas y platos grandes y pequeños y cántaros y ollas y braceros y copones grandes y otras piezas diversas". Atabalipa –el Inca preso– dijo a los españoles que todo esto y mucho más que se llevaron los indios fugitivos "era vajilla de su servicio".
El Inca, astuto y sutil, en quien los españoles se espantarían "de ver en hombre bárbaro tanta prudencia", comprendió que el oro, buscado ansiosamente por la soldadesca era el precio y el talismán de su vida e hizo espectacularmente, el ofrecimiento fabuloso que llenó de asombro a su siglo y a la historia: llenar la sala de su prisión, de 22 pies de largo por 17 de ancho, de cántaros, ollas, tejuelos y otras piezas de oro y dos veces la misma extensión de plata, hasta la altura de "estado y medio". Del Cuzco, de donde debía, traerse el oro a Cajamarca había, por lo menos, cuarenta días de ida y vuelta, con los que el Inca había ganado una prórroga efectiva de su vida, plazo dentro del que sus generales de Quito y del Cuzco podrían reaccionar y aplastar a aquella cohorte andrajosa de jinetes que, para custodiar al Inca y el precario botín del día de su captura, tenían que velar todas las noches, con armaduras y sobre el caballo, en atisbo de la emboscada india.
El resplandor del oro alumbra, al par que los hachones nocturnos, a los actores de ambos bandos de aquella dramática pugna y zozobra. Por los caminos incaicos empiezan a llegar las acémilas humanas cargadas de oro y plata. Cada día llegan cargas de treinta, cuarenta y cincuenta mil pesos de oro y algunos de sesenta mil. Los tres comisionados de Pizarro que llegan al Cuzco, ordenan deschapar las paredes del Templo del Sol y los palacios incaicos de sus láminas de oro. Y parten para Cajamarca la primera vez 600 planchas de oro de 3 a 4 palmos de largo, en doscientas cargas que pesaron ciento treinta quintales y, luego, llegaron sesenta cargas de oro más bajo, que no se recibió por ser de 7 u 8 quilates el peso. Más tarde llegó todo el oro recogido por Hernando en la "mezquita" de Pachacamac.

lunes, 9 de diciembre de 2013

joyeles antiguos peruanos de oro

JOYELES ANTIGUOS PERUANOS

El desfile del oro peruano continuó hacia Europa después de la independencia, enriqueciendo joyeles y colecciones del Viejo Mundo. La Colección Macedo, peruana, fue vendida y forma parte de un museo alemán. Los excepcionales objetos de oro del Cuzco, que Markham y Bollaert vieron en manos del General Echenique, Presidente de la República, antes de 1853 –frutos y hojas vegetales de oro, llautu tejido de oro, tupu o prendedor ricamente ornamentado, con cruz de Malta, estrellas y animales en círculos, y por último la tincuya de oro o disco con 34 compartimientos a modo de zodíaco, con círculos, facciones humanas, ojos, boca y ocho agudos caninos y las caras del Inca y la Coya– se han repartido entre el Museo Indiano de Nueva York y don Matías Errázuriz en Chile. En Alemania existen las mejores colecciones de cerámica y metalurgia peruanas, no bien identificadas e inventariadas. Se mencionan en ella como depositarias de objetos de oro: la Colección Gaffron, en el Museo Etnográfico de Munich, con vasos de oro repujado de Lambayeque, adornos femeninos de oro para el pecho, parejas de colibríes de oro, pájaros de oro para coserlos a la vestidura; la Colección Schmidt, con tiranas de oro para depilar; la Colección Alfredo Hirsch de vasos retratos de oro; la Colección Ricardo W. Staudt, con vasos retratos de plata; la Colección Gretzer, con vasos retratos de oro puro, repujados, de 17 cm. de alto, provenientes de Ica, mascarillas de oro, etc.; y la Colección Suttorius, de Stuttgart, con puñetes, pinzas depilatorias, máscaras con liga de oro y cobre. Cítanse en el extranjero también las colecciones de Herget, con el disco del sol en oro purísimo, grandes vasos de oro, puños, brazaletes incrustados de turquesas y esmeraldas, tupus de gran tamaño con el sol flamígero, orejeras, etc.; la Colección Allchurch, con un disco solar y cara humana ensangrentada; la Colección Ferris, que Squier vio en Londres y fue a parar al Museo Británico; la George Folsom, en la Historical Society of New York; la colección de Bliss, en Nueva York; la propia Colección Squier, con ricos ejemplares; la Colección Bandelier, en el Museo de Historia Natural de Nueva York; y el archivo Baessler, con sus trofeos del cerro de Zapame, en Lambayeque, y sus chapas de oro con representaciones de peces y búhos. Se citan, también, la colección del poeta argentino Oliverio Girondo, con objetos de oro de Nazca, máscaras funerarias, puños o brazaletes de oro laminado y estilizaciones fito-zoomorfas, y la del Museo Histórico de Rosario, en Argentina, con dos rodelas de oro con estilizaciones zoomorfas y adornos de turquesas. Charles Wiener menciona, como ejemplares que vio en el Perú y llevó a París, brazaletes, orejeras, sortijas y collares, y como ejemplares sugestivos, un pájaro de oro martillado llevando una hoja o fruto en el pico, procedente de Pachacamac, una figurilla de oro encontrada en Chancay y un tupu de oro macizo de Recuay. Wiener confiesa que llevó de la región de Trujillo –antiguo Chimú– tres cajones conteniendo 652 números, entre los que figuraban collares, sortijas, brazaletes, aretes y otros adornos. Por último, se citan las magníficas colecciones del Museo Rafael Larco Herrera, de Chiclín, del coleccionista don Hugo Cohen y de Miguel Mujica, el autor de este libro.

los mochicas y el oro lunar

LOS MOCHICAS Y EL ORO LUNAR
Los Mochicas de la costa del Perú, radicados en los valles centrales de ésta, teniendo como centro las pirámides del Sol y de la Luna en Moche, desarrollaron antes que los demás pueblos del Perú el arte de la metalurgia. Dominaron las técnicas de la soldadura, el martillado, fundido, repujado, dorado, esmaltado y la técnica de la cera perdida. Al mismo tiempo que decoraban su cerámica en dos colores, ocre y crema, con dibujos ágiles y finos con escenas de cetrería o de guerra, de frutos y plantas, como también de seres monstruosos idealizados, perfeccionaron la orfebrería áurea forjando ídolos y máscaras, adornos e instrumentos, armas, vasos repujados, collares y tupus, brazaletes y ojotas, orejeras y aretes, tiranas para depilar, cetros, porras, cascos, tumis o cuchillos ceremoniales incrustados de turquesas y esmeraldas, vasos retratos de oro puro, rodelas de oro con estilizaciones zoomorfas e ídolos grotescos coronados con una diadema semilunar. En todos ellos parece que el oro argentado del Perú recibe el pálido reflejo lunar; y la imagen de la luna, diosa nocturna del arenal y del mar, inspira a los artífices chimús formas decorativas y homenajes litúrgicos, que se materializan en la diadema semilunar de los ídolos o héroes civilizadores y en la predilección por los símbolos de la araña y el zorro. Esta metalurgia ceremonial, religiosa o civil, reviste las formas más caprichosas y gráciles, con laminillas de oro en forma de rayos, campanillas o cascabeles en que el oro es hueco, o pesados objetos en los que se imita el arte lítico o la cerámica: vasos de oro y turquesas, huacos de oro como el ejemplar único exhibido por Mujica en los grabados de esta Colección. Toda esta feérica bisutería dorada de los imagineros mochicas, como más tarde de sus sucesores los Chimús –que acaso recibieran ya el influjo quimbaya– fue asimilada, en parte, en lo técnico, por el arte sobrio de los Incas, pero se perdió el estilo y el alma de los orfebres de Moche, Lambayeque y Chanchán. Los Incas, al conquistar el señorío de Chimú y su capital Chanchán, con Túpac Inca Yupanqui, por cuanto los yungas de la región –dice Cieza–"son hábiles para labrar metales, muchos dellos fueron llevados al Cuzco y a las cabeceras de las provincias donde labraban plata y oro en joyas, vasijas y vasos y lo que mas mandado les era".

viernes, 6 de diciembre de 2013

DETECTANDO LUGARES DONDE HAY ORO

Instrucciones

    Los yacimientos de oro

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    Muchos naufragios de la antigüedad aún esconden tesoros.
    Hemera Technologies/PhotoObjects.net/Getty Images
    Aunque parezca algo propio del cine, muchos cargamentos de oro de los que se perdieron en el pasado permanecen enterrados en algunos lugares. Revisa libros de Historia y mapas antiguos para conocer los itinerarios de caravanas, ejércitos o grupos de bandidos. Ten en cuenta que algunas personas ricas y excéntricas tienen la costumbre de enterrar sus objetos más valiosos alrededor de sus casas. A veces fallecen y estos tesoros quedan olvidados. Haz una lista de las posibles ubicaciones y rastrea el terreno con un detector.
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    El  péndulo puede captar cambios electromagnéticos.
    Jupiterimages/liquidlibrary/Getty Images
    Incluye en tu lista las minas abandonadas y los túneles bajo las iglesias antiguas. Solicita un permiso para acceder a alguna de estas minas y empezar la prospección. Consigue un mapa o plano del área elegida, de escala 1:50.000 o 1:25.000. Prueba a utilizar un péndulo. La radiestesia es un método empleado por muchos buscadores de oro para obtener puntos de atracción en un mapa. Te evitará el esfuerzo de recorrer extensiones de terreno que podrían alcanzar las 20 o 30 mil hectáreas y demorar tu trabajo durante meses, e incluso años.
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    Explorar un yacimiento es una tarea minuciosa.
    Thinkstock Images/Comstock/Getty Images
    Realiza un muestreo del yacimiento, realizando pruebas en distintas zonas. Escarba un poco para sacar un trozo de material. Muele la muestra sobre una roca plana con una piedra o un martillo. Introduce el polvo obtenido en una bolsa hermética con ayuda de una brocha. El lento proceso de erosión de los montes hace aflorar el oro contenido en vetas de oro nativo, que por lo general se hallan en las capas de cuarzo. Una muestra de piedras de veta u oro de roca arroja una cola de oro apreciable a simple vista. Utiliza anteojos de aumento para identificarlas mejor.
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    El lavado de oro requiere mucha paciencia y práctica.
    Comstock/Comstock/Getty Images
    Busca oro en remansos de ríos o arroyos, donde no haya corriente de agua. Ahí se deposita el oro en forma de pepitas, fragmentos o partículas. Excava un poco con la pala para sacar material. Deposítalo en la bandeja y sumerge esta en el agua, realizando un movimiento giratorio. Pasa la bandeja por un tamiz. Sumerge la bandeja de nuevo para lavar la arena. Cuando el oro esté a la vista, ladea la bandeja para separarlo de la suciedad. Filtra el oro en una botella con agua y colócalo en un tubo de vidrio o plástico transparente.

    Los detectores de metales

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    Los campos magnéticos permiten detectar el metal.
    Photodisc/Photodisc/Getty Images
    Los detectores de metales funcionan por el magnetismo. El detector crea un campo magnético a través de una bobina de cable, y lo orienta a través de la superficie del suelo. Otro de sus circuitos recibe las ondas del campo magnético y emite un sonido que puedes escuchar a través de un altavoz. Cuanto más grande sea la bobina de cable, mayor será la sensibilidad del detector. Determina qué tipo de detector de metales resulta más apropiado para el terreno que vas a explorar y para tu presupuesto. Una opción que te ahorrará dinero es fabricarlo tú mismo.
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    Depósitos de minerales en Yellowstone Park.
    Thinkstock/Comstock/Getty Images
    Existe otro instrumento muy eficaz en la detección de depósitos de minerales, y muy utilizado en países de abundantes minas, como Chile. Se trata de un instrumento direccional ultrasensible para la localización de metales preciosos. Consiste básicamente en un cartucho magnético que contiene cristales especiales y una antena giratoria. Introduce una muestra de oro en el cartucho y sujétalo como si fuera una pistola, apuntando hacia delante. Muévete describiendo círculos de 360º. La antena dará indicaciones direccionales cuando localice el metal.
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    El imán integrado en el teléfono móvil no es muy potente.
    Thomas Northcut/Photodisc/Getty Images
    La tecnología apunta cada vez más alto, y prueba de ello son las nuevas aplicaciones para detectar metales de algunos teléfonos móviles. Los modelos Android, iPhone 3GS, Nokia N97 y Samsung Omnia HD pueden actuar como detectores gracias a que llevan integrado un magnetómetro. Elige uno de ellos y configura la opción de detectar metal. Acerca tu celular a cualquier objeto metálico. El detector te avisará con un sonido o vibración, según el tono que hayas elegido. Recuerda que los objetos metálicos deben estar sobre la superficie de la tierra y cerca del móvil para ser percibidos.

¿Cómo intentaban los alquimistas convertir en oro los metales comunes?

¿Cómo intentaban los alquimistas convertir en oro los metales comunes?
Un desapacible día de finales de diciembre de 1666, en La Haya, un forastero harapiento se presentó en casa de John Frederick Helvétius, médico del Príncipe de Orange y uno de los principales alquimistas de Europa (alquimia deriva del árabe alkimiya, ?el arte de la transmutación?, o del griego khemia, ?la fundición y aleación de metales?). Después de presentarse como Elías el Artista, el extranjero le mostró a Helvétius tres pequeños objetos cristalinos de color amarillo azufre que llevaba en una cajita de marfil. Según él, eran trozos de la piedra filosofal, la legendaria piedra que transmutaba en oro los metales comunes.
Brillante como el oro
Después de muchos ruegos, Helvétius logró que Elías le diera un trocito de la mágica sustancia. En presencia de su mujer y de su hijo, la colocó en un crisol y la calentó al rojo vivo mezclándola con un trozo de plomo. Según sus propias anotaciones: ?Se produjo un sonido silbante y una ligera efervescencia, y el compuesto adquirió un tono verde brillante... ¡Al comenzar a enfriarse, empezó a brillar como el oro!?.
Loco de emoción, Helvétius corrió a llevarle el metal, aún templado, a un orfebre vecino, quien lo examinó y declaró que era oro. La noticia se propagó como la pólvora por La Haya y un reguero de ilustres visitantes acudió a ver el oro ?de fabricación humana?. Entre ellos, el inspector general de la Casa de la Moneda, quien ratificó que se trataba de oro puro.
Los alquimistas llevaban siglos tratando de dar con la fórmula del oro y, gracias a sus experimentos, descubrieron el plomo, el sulfuro, el cobre, el estaño y el mercurio. ?Se entregan diligentemente a su labor?, escribía en el siglo XVI el médico y alquimista suizo Paracelso. ?No pierden el tiempo en conversaciones ociosas, sino que encuentran su felicidad en el laboratorio?.
Otro de los empeños de los alquimistas era producir el ?elixir de la juventud?, sustancia legendaria que prolongaría la vida indefinidamente. Paracelso sostenía que la fabricación del elixir no era demasiado complicada: bastaba con disolver la piedra filosofal en vino. ?El elixir limpia todo el cuerpo de impurezas al introducir en él nuevas energías de juventud que se mezclan con la naturaleza del hombre?. Por lo visto, Paracelso no alcanzó el éxito, ya que murió en 1541 a los 47 años.
No es oro todo lo que reluce
En el libro Vida Eterna, un médico y químico belga del siglo XVII, Johannes van Helmont, afirmaba haber usado la piedra filosofal con frecuencia. Según él, era pesada, de color azafranado y brillaba como el cristal. Su fórmula para producir oro consistía en añadir mercurio caliente a un trocito de la piedra. Un siglo después, el extravagante aventurero italiano que se hacía llamar ?Conde? Alessandro di Cagliostro, alquiló un piso en Londres para dedicarse a su pasatiempo favorito: la alquimia.
Muchas personas, y sobre todo muchas mujeres, se dejaron cautivar por Cagliostro y le entregaron dinero para que lo transmutara en lo que resultó ser ámbar sin ningún valor. Cagliostro continuó sus andanzas en París y en Roma, donde fue detenido por orden del Papa Pío VI y condenado a cadena perpetua por herético.
La Iglesia Católica condenaba la alquimia, en especial porque algunos alquimistas sostenían que la piedra filosofal representaba a Cristo y que sus artes ocultas tenían un valor espiritual para la humanidad. Sin embargo, ?los únicos valores en que los alquimistas están interesados?, según afirmó un tratadista posterior, ?eran los que les permitían fabricar dinero y riqueza?.

domingo, 24 de noviembre de 2013

DELINCUENCIA POR EL ORO

ORO ILEGAL EN MIRA DE LOS DELINCUENTES
Puerto Maldonado.
La trocha que sale del kilómetro 24 de la Carretera Interoceánica hacia las comunidades de San Jacinto y Tres Islas, en Madre de Dios, no es un camino que los habitantes de este lugar quieran volver a transitar. El sábado 15 de junio, víspera del Día del Padre, entre las 11 a.m. y las 2 p.m., diez hombres armados con pistolas y AKM detuvieron todas las camionetas que recorrían esa ruta, las escondieron una tras otra detrás de los matorrales y asaltaron a más de 50 comuneros de San Jacinto. Los tuvieron allí, boca abajo, maniatados, durante casi tres horas. Jorge Payaba, presidente de la comunidad de Tres Islas, recorre ahora con miedo el lugar: “Todito les han revisado, ellos sabían que el sábado sacan el oro de la comunidad para vender o pagar”, dice.
Las víctimas vivían en la comunidad de San Jacinto, vecina a Tres Islas y que también se dedica a la extracción minera. En el lugar, dentro del territorio de la comunidad, solo quedan ahora varios metros cuadrados de pastos aplastados, prendas abandonadas por los asaltantes, una mochila casi nueva, las medias de un niño de no más de 1 año, pequeños plásticos negros con los que se envuelve el oro y las cuerdas que usaron los delincuentes para amarrar las manos y piernas de sus víctimas. Ninguno de los comuneros ha querido volver al lugar desde entonces. Ahora nos acompaña un policía sin uniforme.

Violencia sin control
La fiebre por el oro ha derivado en una alarmante e inusual violencia en las zonas mineras de Madre de Dios. En los últimos meses la policía ha registrado cuatro grandes asaltos de bandas organizadas que usan armas de guerra para asaltar a los comercializadores de oro.
También en marzo de este año 12 delincuentes armados con pistolas y fusiles interceptaron una camioneta que se dirigía de Mazuco al Cusco y robaron 15 kilos de oro (valorizados en dos millones y medio de soles). Días después, la policía identificó y detuvo a cuatro de los asaltantes: uno de ellos era un policía en actividad: el suboficial César Delgado.
“Nunca antes se habían registrado tantos asaltos de este tipo, tenemos miedo de lo que pueda pasar, por eso muchos quieren comprar sus propias armas”, dice Payaba. Los habitantes de Tres Islas y San Jacinto creen que detrás de estos grandes robos podrían estar también otros malos policías. A estos asaltos se suman dos registrados en la comunidad de Kotsimba y en La Pampa, la zona de minería ilegal ubicada dentro del área de amortiguamiento del Tambopata.
Con la inseguridad y el crimen organizado también se ha acentuado el tráfico de armas. En los campamentos es usual ver a los mineros o a sus trabajadores con pistolas sobre las cinturas. La policía local señala que estas armas provendrían de la frontera con Bolivia. Pero no tiene más información.
Acoso judicial
Mientras las investigaciones contra los mineros ilegales y las bandas de delincuentes están estancadas en el Ministerio Público, la justicia en Madre de Dios actúa con inusitada celeridad para otros casos. En el 2011 la Sala Superior Mixta y de Apelaciones de la Corte Superior de Justicia de Madre de Dios ordenó el retiro inmediato de un cerco de madera que la comunidad de Tres Islas había instalado un año antes en el ingreso de su territorio para protegerse.
Esta es la historia. En el 2010, alertados por la invasión de mineros ilegales, la comunidad instaló un puesto de vigilancia en uno de los ingresos a su territorio comunal, exactamente en el lugar donde el pasado 15 de junio ocurrió el asalto. “Queríamos saber quiénes entraban a nuestro territorio”, explica Juana Payaba Cachique, hermana de Jorge, y entonces presidenta de la comunidad.
Sin embargo, dos empresas de transporte (Mineros S.A.C. y Los Pioneros S.R.L.) interpusieron una demanda contra los dirigentes por atentar contra el libre tránsito. La segunda fiscalía penal corporativa de Tambopata aceptó la demanda y denunció penalmente a los dirigentes. Después, con inusitada celeridad, la Sala Superior Mixta y de Apelaciones de la Corte Superior de Justicia de Madre de Dios ordena el retiro inmediato del cerco de madera y la caseta.
Angustiada por las denuncias, Juana Payaba presentó una demanda de hábeas corpus ante el Tribunal Constitucional contra el fallo de la Corte Superior de Justicia. Y en setiembre del año pasado, la sentencia del TC les dio la razón: ordenó a la sala emitir una nueva resolución. “El Poder Judicial debería de haber ordenado a los transportistas restituir la tranquera y la caseta de control que destruyeron, pero hasta ahora no lo hace”, se queja Payaba. La justicia para la comunidad de Tres Islas es extrañamente lenta. Y sorda.
“Queremos protegernos y la justicia no nos deja”
JORGE PAYABA. PRESIDENTE DE LA COMUNIDAD DE TRES ISLAS
Nuestros padres llegaron hasta aquí entre la década de los 40 desde otras comunidades de Ucayali y Loreto. Habían escapado de la violencia del caucho. Eran alrededor de 30 familias. La llamaron Tres Islas porque en esa zona el cauce del río Madre de Dios forma tres pequeñas islas. Una vez asentados aquí peleamos durante años el reconocimiento de nuestra comunidad. Recién en 1994 titularon nuestras tierras y definimos nuestros linderos. Fue en ese momento que nos dimos cuenta de que varias personas habían realizado sus petitorios mineros. De los 105 petitorios mineros registrados en la comunidad solo 11 pertenecen a la misma comunidad, el resto son de personas extrañas. De esas 94 zonas de extracción minera solo 4 cuentan con autorización comunal. Nosotros no nos beneficiamos de lo que ellos sacan.
Por eso, para evitar que ingresen nuevos mineros a nuestro territorio instalamos ese puesto de control. Queremos protegernos y no nos dejan. Ha sido un largo proceso judicial. Solo el Tribunal Constitucional nos dio la razón, pero hasta ahora la Corte Superior no emite una nueva sentencia. Encima, nos han vuelto a denunciar por instalar otra reja. Ya presentamos una queja ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Producción nacional de cobre, plata y oro se intensificó en agosto

Producción nacional de cobre, plata y oro se intensificó en agosto


(Reuters). La producción de cobre, oro y plata del país creció fuertemente en agosto frente al mismo mes del año anterior, según cifras mostradas hoy por el gobierno.
La producción de cobre aumentó un 16,8% interanual en agosto, a 132.098 toneladas, mientras que la de oro creció un 12,7%, a 14,5 millones de gramos, de acuerdo a datos publicados por el Ministerio de Energía y Minas en su página web.
Asimismo, la producción de plata aumentó un 6,1% en agosto frente a igual mes del año pasado, a 312.478 kilos, agregó.
Sin embargo, la producción de zinc se redujo un 4,9% interanual, a 108.119 toneladas.
Estas cifras continúan por la senda de crecimiento que experimentó el sector en julio, según datos del ministro.
El país es el tercer productor mundial de cobre y plata y el sexto de oro.

viernes, 8 de noviembre de 2013

El Muki o Muqui, dueño del oro y las minas

Muqui (mitología)

El muqui, muki o anchancho,


 es un duende de la mitología de los Andes centrales en Bolivia, Perú, Ecuador, y Colombia; el cual se caracteriza por ser minero y, como tal, su existencia está circunscrita al espacio subterráneo: el muqui habita en el interior de la mina.
La palabra Muqui resulta de la castellanización del vocablo quechua murik, que significa "el que asfixia" o muriska "el que es asfixiado". En su vertiente huancavelicana, la palabra muqui sugiere "el acto de torcer", "ahorcar". Por ello, los antiguos mineros inconscientemente, identificaron al Muqui con el sílice, polvo letal que produce la enfermedad de la silicosis. Aunque también Muki en quechua significa "húmedo" o "humedad". De ahí se dice que el Muki aparece en los lugares donde hay agua.
A pesar de la distancia y el aislamiento de los campamentos mineros, la creencia y la descripción del Muki es, prácticamente, la misma en la sierra desde Puno, en el sur hasta Cajamarca en el norte del Perú, en el centro hasta Pasco, aunque su nombre varía en algunos lugares. En Arequipa, por ejemplo, se le llama “Chinchilico”; en Puno, “Anchancho” en Pasco y la región andina de Bolivia, “Muqui” y en Cajamarca, “Jusshi”. Todas estas ciudades están localizadas en el Perú.
La fusión (sincretismo) de la cultura indígena con la cristiana, supuso también la inclusión de creencias occidentales con respecto a este mito, tal como que las principales vícitimas de estos duendecillos era los niños moritos, aquellos que aún no habían recibido el bautismo; incluso se menciona en algunos lugares del sur del país, que son estos niños no bautizados, eran quienes se convertían en los duendecillos. Según antiguos relatos, Los niños que no son bautizados, son raptados por los duendes, los cuales viven (o se esconden) en las higueras o platanales, para que se conviertan en uno de ellos. El niño que se encuentra con estos seres, aparte de recibir un gran susto adquiere una piel muy pálida, por lo que se recomienda llevar lo más antes posible a una iglesia para que reciba el Sacramento.
La creencia en el Muki surgiría tanto de las antiguas tradiciones andinas sobre los demonios y pequeños seres que pueblan el “Uku Pacha” o mundo de abajo, como de los propios temores y de la necesidad de los trabajadores de encontrar una explicación a las cosas extraordinarias que suelen ocurrir diariamente en la labor minera.
Como se advierte, en el imaginario popular, no existe un solo tipo de Muqui. Así como hay diversidad de elfos mineros a nivel universal, existen también variedades de Muquis en el mundo subterráneo de los Andes. Se les conoce por los lugares en que se hicieron visibles. Sus diferencias son formales antes que de esencia. Así tenemos Muquis de Huacracocha, de Goyllar, de Morococha, de El Diamante, de Santender, de la Mina Tentadora, de la mina Julcani, de Excélsior, por citar algunos de los más conocidos de una inacabable relación que corresponde a la tradición oral de las minas.

Fisonomía, vestimenta y costumbres

De estatura pequeña, el Muqui no excede los cincuenta centímetros, perteneciendo, estos seres, a la categoría de los enanos.
Para la tradición cerreña, el Muqui es un ser pequeño, de cuerpo fornido y desproporcionado. Su cabeza está unida al tronco, pues no tiene cuello. Su voz es grave y ronca, no concordante con su estatura. Sus cabellos son largos, de color rubio brillante. Su rostro es colorado y está cubierto de vellos. Posee una barba larga, del color blanquecino de la alcaparrosa. Su mirada es penetrante, agresiva e hipnótica, de reflejos metálicos. En otras tradiciones mineras, su cabeza presenta dos cuernos. Éstos le sirven para romper las rocas y señalar las vetas. Su piel es muy blanca y lleva colgado de la mano un farolito (cf. Sosa y Tamara). Además tiene las orejas en punta. (La influencia occidental es nítida en este aspecto de la representación. El diablo, originario de la cultura etrusca y difundido extensamente en el bajo medioevo por el catolicismo, ha sido vinculado con los duendes mineros. Los metalarios del periodo inicial de la alquimia, atribuían a los duendes, gnomos, kobolds y al diablo mismo, las perturbaciones en el tratamiento de los metales. Por ejemplo, el nombre del cobalto deriva de kobold (duende escandinavo) y níquel del diablo mismo, como lo llamaba un sector de alquimistas.)
Habitan en lugares desérticos, atacan produciendo bastante miedo a sus víctimas o adversarios, se dice que suelen llevarse niños solos e indefensos; un secreto de personas antiguas para enfrentarlos es quitarse el cinturón o correa de los pantalones y darles con el cinturón con mucha fuerza sin dejarse vencer por el miedo.
Su descripción varía de acuerdo a la época. Antiguamente, por la década de los años 1930, se decía que recorría los socavones sosteniendo en la mano, una pequeña lámpara de carburo, abrigado con un poncho hecho de lana de vicuña. Tenía en la cabeza dos pequeños cuernos relucientes y hablaba con voz suave. En la actualidad no es muy diferente, aunque ahora vista ropa de minero, botas de agua y use una linterna eléctrica a batería. A veces el pequeño duende toma también la forma de animal o de un hombre muy blanco y rubio para presentarse a los mineros y engañarlos.
La leyenda del Muqui, se encuentra ampliamente extendida en el ambiente minero de los Andes Centrales.
Consecuente con las exigencias del trabajo, el Muqui usa casco, ropa de minero y calza botas claveteadas. En otras tradiciones, se le representa como un geniecillo vestido de verde musgo, a veces con una finísima capa de vicuña o con el traje impermeable que usan los mineros. Generalmente, porta en la cintura una lámpara, ya de carburo, ya eléctrica, según el avance teconológico de la mina. Lleva un shicullo, soga de pelos de la cola del caballo, atado a la cintura. Camina como pato, pues sus pies son de tamaño anormal. Sus extremidades inferiores pueden adoptar la forma de las patas de un ganso o cuervo. Asimismo, pueden tener la punta hacia atrás. Por ello su ropa les cubre hasta los pies. Los curiosos esparcen ceniza o harina en su camino para auscultar la huella que dejan a su paso.
El Muqui puede andar solo o acompañado: refieren, algunos informantes, episodios protagonizados por varios Muquis formando grupos; otros dan fe sobre su inclinación de vivir solos. Pueblan, estos seres, un mundo de eterna oscuridad, sin tiempo. No se le ha visto envejecer, pareciera que el tiempo no le afecta. Y, en su sorprendente existir, se torna visible o invisible a los ojos mortales. Los Muquis gustan de lanzar penetrantes silbidos. Éstos, anuncian peligro y salvaguardan a los mineros de su simpatía. En otras ocasiones, producen desconcierto y miedo. Los Muquis, son comunicativos. Hablan a los oídos, conversan en los sueños, poseen un extraño poder premonitorio. Esta energía dialogal es sentida, vitalmente, por las gentes de las minas. El Muqui no gusta de los agnósticos. Le molesta que duden de su existencia.
El Muqui se inmiscuye en el destino de los trabajadores del socavón, gratificándolos o escarmentándolos. Es un misterioso enano conocido como el dueño de las minas.
El Muqui es un duende investido de poder. A su voluntad, hace aparecer o desaparecer las vetas (veta de oro). Está atento a las obsesiones, resentimientos, ambiciones y frustraciones de los mineros. Y, al tiempo que demuestra simpatía hacia unos, genera castigo y escarmiento a otros. Puede aliviar el trabajo, ablandar las vetas o endurecerlas, si prefiere. Suele conceder favores, establecer pactos, sellar alianzas, llegar a acuerdos a plazo fijo, que cobra puntual e inexorablemente. Pues, estos donantes de la buena o mala suerte, poseen un código de honor preciso y reservado. Su ética exige discreción y reciprocidad en sus pactos. De allí que los amigos del Muqui sean personas de opiniones reservadas y criterios parcos.
La mayoría de relatos coinciden en que es posible atrapar al Muqui y hacer “pacto” con él para enriquecerse. En el caso más frecuente el enanito de las minas ofrece al trabajador hacer su “tarea” a cambio de coca, alcohol y hasta de la compañía de una mujer para mitigar su soledad. Pero casi siempre el resultado del pacto es trágico, pues a la larga de una u otra manera el minero incumple y el Muqui se venga quintándole la vida.
El Muqui se abstrae en el juego o el trabajo. Por esa razón bien puede observársele sin que lo advierta. En esa circunstancia, los audaces, logran cogerlo y sujetarlo con el shicullo. En tal caso, al Muqui "se le amarra sólo con soga de cerda de caballo, porque hasta el alambre lo rompe" (cf. Huanay: 78-79). Enseguida, se lo cubre con la misma ropa de su captor. Este secreto, lo inmoviliza. Ha habido mineros que habiéndolo amarrado lo han amenazado con llevarlo a la luz y el Muqui se ha vencido, sabedor de su debilidad: los reflejos del sol lo desvanecen y matan.